22 abril 2006

EL MAGO DE VIENA

Pág. 241

13 de mayo

Comencé a reflexionar sobre el cuento, sí­, el cuento como género. Un autor de cuentos se emplea desde el primer párrafo a adelgazar una o varias anécdotas; después, trata de mantener un lenguaje eficaz, con frecuencia elí­ptico. En el subsuelo de la escritura serpentea imperceptiblemente otra corriente: una escritura oblicua, un imán. Es el misterio; de esa corriente depende que el cuento sea un triunfo o un desastre. El final de un relato podrá ser abierto o cerrado.

La mayor aportación de Chéjov a la literatura es su libertad, clausura una época e inicia otra; sus cuentos y sus obras de teatro ignoran la retórica de su tiempo. Nadie, o muy pocos estaban acostumbrados a los inicios y finales de sus obras; al comenzar alguno de sus relatos los lectores suponí­an que el tipógrafo habí­a olvidado las primeras páginas porque encontraban la acción ya bastante adelantada, y el final podrí­a ser peor, se perdí­a en brumas, o no concluí­a o si lo hací­a era de una manera errónea. Los crí­ticos consideraban que aquel joven era incapaz de dominar las mínimas reglas de su profesión y pronosticaban que jamás lo lograrí­a; esos pobres diablos no habían intuido que ya Chéjov era el mejor escritor de Rusia. A los cuarenta y cuatro a?os, cuando murió, era un clásico. Chéjov ejerció, y hasta ahora lo logra, una notable influencia en todas las grandes literaturas, en especial la anglosajona; James Joyce, Virginia Wolf, Catherine Mansfield, Sherwood Anderson, William Faulkner, Tennessee Williams, Truman Capote. Raymond Carver en nuestro tiempo captó con inteligencia y emoción el universo de Chéjov y sus procedimientos estilísticos. Su último cuento "Un ramo de rosas amarillas" narra las últimas horas del ruso. Gustavo Londo?o siempre insistí­a en que Borges era un heredero directo de Chéjov. A mí­ no me lo parece. Borges inventó una literatura propia, transformó nuestro idioma apoyado en los modelos clásicos, casi todos ingleses. Leyó el Quijote en inglés, como a Homero, y a muchos clásicos más. El cierre de sus mejores cuentos es absoluto. La mayor parte de sus tramas están elaboradas para producir un final alucinante. Piénsese en los de "Hombre de la esquina rosada"
, "El jardí­n de los senderos que se bifurcan", "Emma Zunz", "La muerte y la brújula" o uno, el más maravilloso entre los maravillosos: "La casa de Asterión".

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