03 enero 2006

El Mono Mimético

El desasosiego del Año Nuevo desaparece como la helada al mediodí­a y la escritora se recupera con una sonrisa giocondina al leer el comienzo de El Mago de Viena, del maestro Pitol:

-EL MONO MIMÉTICO. La lectura de Alfonso Reyes me descubrió, en el momento adecuado un ejercicio recomendado por uno de sus í­dolos literarios, Robert Louis Stevenson, en su Carta a un joven que desea ser artista, consistente en un ejercicio de imitación. Él mismo lo habí­a practicado con éxito, durante su periodo de aprendizaje. El autor escocés comparaba su método con las aptitudes imitativas de los monos. El futuro escritor debí­a transformarse en un simio con alta capacidad de imitaciòn, debí­a leer a sus autores preferidos con atención más cercana a la tenacidad que al deleite, más afí­n a la actividad del detective que al placer del esteta; tení­a que conocer por qué medios lograr ciertos resultados, detectar la eficacia de algunos procedimientos formales, estudiar el manejo del tiempo narrativo, del tono, la graduación en los detalles para luego aplicar esos recursos a su propia escritura; una novela, digamos, con trama semejante a la del autor elegido, con personajes y situaciones parecidos, donde la única libertad permitida serí­a el empleo de un lenguaje propio: el suyo y el de su familia y amigos, tal vez el de su región; -la gran escuela del ejercicio y la imitación-, añadí­a Reyes, -de que habla el originalí­simo Lope de Vega en La Dorotea:

- ¿Cómo compones?- Leyendo,
y lo que leo imitando,
y lo que imito escribiendo
y lo que escribo borrando,
de lo borrado escogiendo-.

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