A próposito de la reflexión sobre el tiempo que inició Cangreja, os sugiero que mireis la pág. 17 de nuestro Hombre Lento.
"Las noches son interminables..." "DĂa y noche, el tiempo avanza a paso de tortuga..." "Las manecillas (del reloj) no se han movido. Es como si trataran de avanzar a travĂ©s de pegamento."... "El reloj permanece inmĂłvil, pero el tiempo no..." "El tiempo lo está royendo..." Etc.
31 enero 2006
28 enero 2006
De novelas...
10. Bravo, EfĂmera. No me cabe duda de que podrĂas "tutelarnos" un plan de lecturas de autores americanos. ÂżQuĂ© tal para el prĂłximo curso con el verano por delante para leerlos?
ll. Ahora, por las calles de Madrid.
ll. Ahora, por las calles de Madrid.
A las cuatro de la tarde , la chiquillería de la escuela pública de la plazuela del Limón, salió atropelladamente de clase, con algazara de mil demonios. Ningún himno a la libertad, entre los muchos que se han compuesto en las diferentes naciones, es tan hermoso como el que entonan los oprimidos de la enseñanza elemental al soltar el grillete de la disciplina escolar y "echarse a la calle" piando y saltando. La furia insana con que se lanzan a los más arriesgados ejercicios de volatinería, los estropicios que suelen causar a algún pacífico transeúnte, el delirio de la autonomía individual que a veces acaba en porrazos, lágrimas y cardenales, parecen bosquejo de los triunfos revolucionarios que en edad menos dichosa han de celebrar los hombres... Salieron, como digo, en tropel; el último quería ser el primero, y los pequeños chillaban más que los grandes. Entre ellos había uno de menguada estatura, que se apartó de la bandada para emprender solo y calladito el camino de su casa. Y apenas notado por sus compañeros aquel apartamiento que más bien parecía huida, fueron tras él y le acosaron con burlas y cuchufletas,...
25 enero 2006
De novelas...
10.
En el pueblo habĂa dos mudos, y siempre estaban juntos. Cada mañana, temprano, salĂan de la casa en que vivĂan y caminaban tomados del brazo por la calle en direcciĂłn al trabajo. Ambos amigos eran muy diferentes. El que encabezaba la marcha era un griego obeso y soñador. Durante el verano lucĂa camiseta de polo amarilla o verde, colgando suelta por atrás, y por delante metida de cualquier manera en los pantalones. Cuando el tiempo era más fresco se echaba encima un deformado jersey gris. TenĂa un rostro redondo y grasiento, con párpados semicerrados, y sus labios esbozaban una sonrisa leve y estĂşpida. El otro mudo era de elevada estatura. En sus ojos habĂa una expresiĂłn vivaz e inteligente. VestĂa siempre de manera pulcra y muy sobria.
Cada mañana los dos amigos caminaban juntos y en silencio hasta la calle principal del pueblo..............
22 enero 2006
19 enero 2006
Cuando los reciĂ©n llegados a la ciudad de provincias S. se quejaban de lo aburrida y monĂłtona que era la vida en ella, los habitantes de esa ciudad, como justificándose, decĂan que, al contrario, en S. se estaba muy bien, que en S. habĂa una biblioteca, un teatro, un club, se celebraban bailes y - añadĂan finalmente - habĂa algunas familias interesantes, agradables e inteligentes con las que podĂan relacionarse. Y mencionaban a los Turkin como los más instruidos y de mayores talentos.
De novelas...
9.
Cuando el señor Bilbo BolsĂłn de BolsĂłn Cerrado anunciĂł que muy pronto celebrarĂa su cumpleaños centesimodecimoprimero con una fiesta de especial magnificencia, hubo muchos comentarios y excitaciĂłn en Hobbiton.
Bilbo era muy rico y muy peculiar, y habĂa sido el asombro de la Comarca durante sesenta años, desde su memorable desapariciĂłn e inesperado regreso. Las riquezas que habĂa traĂdo de aquellos viajes se habĂan convertido en leyenda local, y era creencia comĂşn, contra todo lo que pudieran decir los viejos, que en la colina de BolsĂłn Cerrado habĂa muchos tĂşneles atiborrados de tesoros. Como si esto no fuera suficiente para darle fama, el prolongado vigor del señor BolsĂłn era la maravilla de la Comarca. el tiempo pasaba, pero parecĂa afectarlo muy poco. A los noventa años tenĂa el mismo aspecto que a los cincuenta. A los noventa y nueve comenzaron a considerarlo "bien conservado", pero "sin cambios" hubiese estado más cerca de la verdad. HabĂa muchos que meneaban la cabeza pensando que eran demasiadas cosas buenas; parecĂa injusto que alguien tuviese (en apariencia) una juventud eterna, y a la vez (se suponĂa) bienes inagotables.
-Tendrá que pagar- decĂan-. ¡No es natural, y traerá problemas!
LleguĂ©. Por fin. ¡HabĂa olvidado tanto el nombre de usuario como la contraseña, y llevo dos dĂas intentando recuperarlos!
Dejé atrás el sur contracturado, conflictuado y no contenido.
Antes quizás no habĂa tenido tiempo para venir hasta este sitio de encuentro.
ÂżTiempo? ÂżY eso quĂ© es? Hay un párrafo sobre el tiempo que escribiĂł Adla y asĂ recordĂ© haber leĂdo algunas reflexiones que me parecieron certeras en boca de un personaje de “La montaña mágica” de Thomas Mann.
“Cuando (el tiempo) nos parece largo es largo y cuando nos parece corto es corto; pero nadie puede saber qué cantidad de longitud ni de brevedad tiene...”
“... un contenido rico e interesante es, sin duda, capaz de abreviar una hora e incluso un dĂa. Considerado en conjunto, presta al curso del tiempo amplitud, peso y solidez, de tal manera que los años ricos en acontecimientos pasan mucho más lentamente que los pobres, vacĂos y ligeros, que el viento barre y se van volando”.
Lástima que éste sea un libro demasiado extenso para proponerlo como lectura del grupo. Adhiero a las propuestas de Efervescente y Norma.
También sobre el tiempo y del fascinante Cortázar leo: “Preámbulo a las instrucciones para dar cuerda a un reloj” e “Instrucciones para dar cuerda a un reloj”, de los cuales extraje estas frases:
"Cuando te regalan un reloj... no te regalan un reloj, tú eres el regalado, a ti te ofrecen para el cumpleaños del reloj...
Y allá en el fondo está la muerte si no corremos y llegamos antes y comprendemos que ya no importa".
Dejé atrás el sur contracturado, conflictuado y no contenido.
Antes quizás no habĂa tenido tiempo para venir hasta este sitio de encuentro.
ÂżTiempo? ÂżY eso quĂ© es? Hay un párrafo sobre el tiempo que escribiĂł Adla y asĂ recordĂ© haber leĂdo algunas reflexiones que me parecieron certeras en boca de un personaje de “La montaña mágica” de Thomas Mann.
“Cuando (el tiempo) nos parece largo es largo y cuando nos parece corto es corto; pero nadie puede saber qué cantidad de longitud ni de brevedad tiene...”
“... un contenido rico e interesante es, sin duda, capaz de abreviar una hora e incluso un dĂa. Considerado en conjunto, presta al curso del tiempo amplitud, peso y solidez, de tal manera que los años ricos en acontecimientos pasan mucho más lentamente que los pobres, vacĂos y ligeros, que el viento barre y se van volando”.
Lástima que éste sea un libro demasiado extenso para proponerlo como lectura del grupo. Adhiero a las propuestas de Efervescente y Norma.
También sobre el tiempo y del fascinante Cortázar leo: “Preámbulo a las instrucciones para dar cuerda a un reloj” e “Instrucciones para dar cuerda a un reloj”, de los cuales extraje estas frases:
"Cuando te regalan un reloj... no te regalan un reloj, tú eres el regalado, a ti te ofrecen para el cumpleaños del reloj...
Y allá en el fondo está la muerte si no corremos y llegamos antes y comprendemos que ya no importa".
18 enero 2006
De novelas...
¿Alguien se anima a comentar las propuestas de Adela? Es una pena que las estemos dejando pasar, deberíamos intentar aprender de la lectura, o recordar, refrescar estilos, esqueletos de estructura, etc.
Me apunto a la propuesta de Efervescente como próxima lectura. ¿Qué os parece una de Faulkner para la siguiente?
Tengo el barandal abandonado, es que el trabajo no me deja levantar cabeza, llevo una racha de esas para olvidar.
El martes 31, después de la Tertulia, tenemos una cita para cenar con Gloria. No he hecho muchas llamadas de teléfono (más bien ninguna), si podéis correr la voz os lo agradezco.
Me apunto a la propuesta de Efervescente como próxima lectura. ¿Qué os parece una de Faulkner para la siguiente?
Tengo el barandal abandonado, es que el trabajo no me deja levantar cabeza, llevo una racha de esas para olvidar.
El martes 31, después de la Tertulia, tenemos una cita para cenar con Gloria. No he hecho muchas llamadas de teléfono (más bien ninguna), si podéis correr la voz os lo agradezco.
17 enero 2006
12 enero 2006
De novelas...
8.
Desde las dos, aproximadamente, hasta la puesta del sol, permanecieron sentados, aquella sofocante y pesada tarde de septiembre, en lo que la señorita Coldfield seguĂa llamando "el despacho" por haberlo asĂ llamado su padre: una habitaciĂłn cálida, oscura, sin ventilaciĂłn, cuyas ventanas y celosĂas continuaban cerradas desde hacĂa cuarenta y tres veranos, porque, allá en su niñez, alguien opinaba que el aire en movimiento y la luz producen calor, mientras que la penumbra resulta siempre más fresca. A medida que el sol daba más de lleno sobre ese costado de la casa, la habitaciĂłn se iluminaba de rayos horizintales y amarillentos que dejaban ver innumerables partĂculas de polvo. Quintin pensĂł que serĂan, sin duda, escamas de la viejĂsima pintura descolorida, despendidas de la madera resquebrajada y empujadas hacia el interior por una fuerza semejante a la del viento. Una guĂa de glicinas florecĂa por segunda vez en aquel estĂo, y trepaba por un enrejado que se divisaba frente a la ventana; los gorriones llegaban y partĂan en bandadas, sin orden ni concierto, produciendo un rumor seco y polvoriento al levantar el vuelo. Frente a Quintin se hallaba la señorita Coldfield, con su sempiterno traje de luto, que llevaba desde hacĂa cuarenta y tres años, aunque nadie sabĂa si era por su padre, hermana o no-marido; erecta y rĂgida, ocupaba una silla de duro asiento, tan alta para ella que sus piernas, sin llegar al suelo, pendĂan rectas y verticales como si los huesos de sus tobillos y patorrillas estuvieran fundidas en hierro, lo que les daba el aire de rabia impotente que tienen los pies infantiles.
10 enero 2006
Anna Ajmátova y Marina Tsvetáieva
Lectura de poemas de Anna Ajmátova y Marina Tsvetáieva, a cargo de Monika Zgustova y Olvido GarcĂa ValdĂ©s, con motivo de la publicaciĂłn de la antologĂa: El canto y la ceniza
El jueves, 12 de enero, a las 20h
Centro Cultural de CĂrculo de Lectores (O´Donell, 10 28009Madrid)
09 enero 2006
La abuela Mercedes quiere muchĂsimo a su nietecita Claudia. Primero porque es la más pequeña de todas, (solo tiene cinco años), tambiĂ©n porque es la más guapa, ( o al menos a ella asĂ le parece), pero sobre todo porque, además, es su ahijada. Por eso la abuela Mercedes se pone muy contenta cuando llega la fiesta de los Reyes Magos, porque entonces aprovecha para comprar a su nietecita el mejor de los regalos.
-¿Que vas a pedir a los Reyes para que te lo traigan en mi casa este año? - Dejame que lo piense abuela.
Aún faltan dos meses hasta el seis de Enero y ya está pensando en el regalo.
Tiene que llegar Diciembre para que la abuela, impaciente, vuelva a repetir la pregunta.
Por fin, la niña deja volar todas sus fantasĂas: - Quiero el castillo de los Principes. La abuela, desconcertada, se informa en privado con su hija: -ÂżDe que castillo habla Claudita? La madre le informa: - Nada, no te preocupes, es una maqueta que hay en muchos escaparates. Un castillo con muchas torres y almenas y unas cuantas figuritas, entre ellas las de los dos prĂncipes. No es dificil de encontrar, tambiĂ©n lo venden en El Corte InglĂ©s.
Es el dĂa de Nochebuena por la mañana cuando Mercedes se acerca al Corte InglĂ©s a comprar el castillo. Tiene suerte. Solo quedan dos. Pero el artilugio es tan grande que la abuela no puede llevarlo a casa. No importa. El Corte Ingles tiene soluciones para todo y se ocupará de llevarlo.
El treinta de Diciembre, el castillo con su principes y toda la corte (no demasiada: cinco figuras más), ya está en casa de Mercedes. La abuela desempaqueta con mimo el voluminoso regalo, coloca en un sitio bien visible todo el tinglado y organiza adecuadamente a sus moradores. La noche de fin de año la abuela se queda sola en casa tomando las uvas, embelesada con la contemplaciĂłn del castillo que de vez en cuando se ocupa de reorganizar lo más adecuadamente. Los dĂas pasan muy despacio y la abuela se impacienta tanto que apenas puede dormir. En la vĂspera del dĂa señalado no duerme nada.
El dĂa de Reyes amanece algo lluvioso. AĂşn no son las nueve de la mañana cuando la abuela llama a Claudita para ver si está contenta con lo que los Reyes le han dejado. La niña aĂşn está en la cama y la mamá se enfada por haberlos despertado. Pero quedan en pasar a las doce por su casa.
La abuela aprovecha para bajar a la calle y comprar el roscón más caro. A las diez ymedia comienza a preparar el chocolate. A las once es la hora de ir a misa, pero ella está muy nerviosa y prefiere dejar la misa para la tarde.
Cuando en su reloj son las doce y cuarto todavĂa no ha llegado nadie. Recoloca las figuras del castillo por Ăşltima vez. Las limpia el polvo acumulado de casi una semana. El chocolate comienza a hervir. Es ya la una y cuarto cuando, desde el portal, suena el telefono automático. Oye la voz de Claudita y la de la madre y las de las dos hermanas mayores que la acompañan. Claudita entra corriendo en la casa para abrazarse con la abuela. Mientras la abuela besa a su hija y a sus otras dos nietas, Claudita ya quedĂł como en Ă©xtasis ante la visiĂłn del castillo. No tiene palabras y a duras penas mantiene la respiraciĂłn entrecortada. Abandona la muñeca nueva que traĂa de la casa de su madre.
Durante un buen rato se evade del todo mientras su madre y sus hermanas se disponen a tomar el roscĂłn con chocolate. Al cabo, Claudita parece regresar de su estado y pregunta: - ÂżAbuela, los prĂncipes están casados?
La abuela, al principio sorprendida, decide continuar el juego: - No, cariño, pero si tu quieres les casamos. - Vale, responde la niña. La abuela traza el signo de la cruz en el aire: - Yo os declaro marido y mujer. ¿Ves que facil? Ya están casados.
La niñita, satisfecha, vuelve a jugar con sus prĂncipes. - Ya podeis besaros, les dice al tiempo que hace juntar las dos figuras por sus labios.- AsĂ, asĂ, besaros muy fuerte. Luego observa la ropa de la princesa y la va desnudando de cintura para arriba, muy lentamente: -Ahora el prĂncipe te va a chupar las tetitas Âżvale? Y la boca del muñeco roza con insistencia la parte superior del pecho desnudo de la muñeca. Luego la niñita retira los pantalones (o las calzas) del prĂncipe y tras desnudarlo por debajo de la cintura, dice: -Ahora la princesita te va a chupar la minina Âżquieres? Y un nuevo tipo de rozamiento vuelve a producirse entre las dos figuras. Más que como dos reciĂ©n casados los principes se excitan mutuamente como dos expertos.
Al poco rato Claudita debiĂł pensar que habĂa llegado el mometo. DesnudĂł por completo a los dos protagonistas y los metiĂł en la camita. Los refrotĂł de nuevo uno contra el otro de las más diversas maneras y posturas mientras decĂa: - Venga, espabilaros, ya es hora de tener hijos.
(Certifico que esta historia es absolutamente cierta. Y que ocurriĂł hace apenas tres dĂas)
-¿Que vas a pedir a los Reyes para que te lo traigan en mi casa este año? - Dejame que lo piense abuela.
Aún faltan dos meses hasta el seis de Enero y ya está pensando en el regalo.
Tiene que llegar Diciembre para que la abuela, impaciente, vuelva a repetir la pregunta.
Por fin, la niña deja volar todas sus fantasĂas: - Quiero el castillo de los Principes. La abuela, desconcertada, se informa en privado con su hija: -ÂżDe que castillo habla Claudita? La madre le informa: - Nada, no te preocupes, es una maqueta que hay en muchos escaparates. Un castillo con muchas torres y almenas y unas cuantas figuritas, entre ellas las de los dos prĂncipes. No es dificil de encontrar, tambiĂ©n lo venden en El Corte InglĂ©s.
Es el dĂa de Nochebuena por la mañana cuando Mercedes se acerca al Corte InglĂ©s a comprar el castillo. Tiene suerte. Solo quedan dos. Pero el artilugio es tan grande que la abuela no puede llevarlo a casa. No importa. El Corte Ingles tiene soluciones para todo y se ocupará de llevarlo.
El treinta de Diciembre, el castillo con su principes y toda la corte (no demasiada: cinco figuras más), ya está en casa de Mercedes. La abuela desempaqueta con mimo el voluminoso regalo, coloca en un sitio bien visible todo el tinglado y organiza adecuadamente a sus moradores. La noche de fin de año la abuela se queda sola en casa tomando las uvas, embelesada con la contemplaciĂłn del castillo que de vez en cuando se ocupa de reorganizar lo más adecuadamente. Los dĂas pasan muy despacio y la abuela se impacienta tanto que apenas puede dormir. En la vĂspera del dĂa señalado no duerme nada.
El dĂa de Reyes amanece algo lluvioso. AĂşn no son las nueve de la mañana cuando la abuela llama a Claudita para ver si está contenta con lo que los Reyes le han dejado. La niña aĂşn está en la cama y la mamá se enfada por haberlos despertado. Pero quedan en pasar a las doce por su casa.
La abuela aprovecha para bajar a la calle y comprar el roscón más caro. A las diez ymedia comienza a preparar el chocolate. A las once es la hora de ir a misa, pero ella está muy nerviosa y prefiere dejar la misa para la tarde.
Cuando en su reloj son las doce y cuarto todavĂa no ha llegado nadie. Recoloca las figuras del castillo por Ăşltima vez. Las limpia el polvo acumulado de casi una semana. El chocolate comienza a hervir. Es ya la una y cuarto cuando, desde el portal, suena el telefono automático. Oye la voz de Claudita y la de la madre y las de las dos hermanas mayores que la acompañan. Claudita entra corriendo en la casa para abrazarse con la abuela. Mientras la abuela besa a su hija y a sus otras dos nietas, Claudita ya quedĂł como en Ă©xtasis ante la visiĂłn del castillo. No tiene palabras y a duras penas mantiene la respiraciĂłn entrecortada. Abandona la muñeca nueva que traĂa de la casa de su madre.
Durante un buen rato se evade del todo mientras su madre y sus hermanas se disponen a tomar el roscĂłn con chocolate. Al cabo, Claudita parece regresar de su estado y pregunta: - ÂżAbuela, los prĂncipes están casados?
La abuela, al principio sorprendida, decide continuar el juego: - No, cariño, pero si tu quieres les casamos. - Vale, responde la niña. La abuela traza el signo de la cruz en el aire: - Yo os declaro marido y mujer. ¿Ves que facil? Ya están casados.
La niñita, satisfecha, vuelve a jugar con sus prĂncipes. - Ya podeis besaros, les dice al tiempo que hace juntar las dos figuras por sus labios.- AsĂ, asĂ, besaros muy fuerte. Luego observa la ropa de la princesa y la va desnudando de cintura para arriba, muy lentamente: -Ahora el prĂncipe te va a chupar las tetitas Âżvale? Y la boca del muñeco roza con insistencia la parte superior del pecho desnudo de la muñeca. Luego la niñita retira los pantalones (o las calzas) del prĂncipe y tras desnudarlo por debajo de la cintura, dice: -Ahora la princesita te va a chupar la minina Âżquieres? Y un nuevo tipo de rozamiento vuelve a producirse entre las dos figuras. Más que como dos reciĂ©n casados los principes se excitan mutuamente como dos expertos.
Al poco rato Claudita debiĂł pensar que habĂa llegado el mometo. DesnudĂł por completo a los dos protagonistas y los metiĂł en la camita. Los refrotĂł de nuevo uno contra el otro de las más diversas maneras y posturas mientras decĂa: - Venga, espabilaros, ya es hora de tener hijos.
(Certifico que esta historia es absolutamente cierta. Y que ocurriĂł hace apenas tres dĂas)
06 enero 2006
INTERESANTE...
Sobre el tema de la obsesiĂłn del tiempo, su distribuciĂłn, etc., Virginia Woolf dice en su diario algo muy curioso:
"Tengo una escala de valores internos, automática, que decide lo que más vale que haga con el tiempo."
"Tengo una escala de valores internos, automática, que decide lo que más vale que haga con el tiempo."
04 enero 2006
De novelas...
6. "Alicia en el PaĂs de las Maravillas". 1862.
7. "Nunc et in hora mortis nostrae. Amen."
7. "Nunc et in hora mortis nostrae. Amen."
"HabĂa terminado ya el rezo cotidiano del rosario. Durante media hora la voz sosegada del princĂpe habĂa recordado los misterios gloriosos y dolorosos, durante media hora otras voces, entremezcladas, habĂan tejido un rumor ondulante en el cual se habĂan destacado las flores de oro de palabras no habituales: amor, virginidad, muerte, y durante este rumor el salĂłn rococĂł parecĂa haber cambiado de aspecto. Hasta los papagayos que desplegaban las irisadas alas sobre la seda de las tapicerĂas habĂan parecido intimidados, incluso la Magdalena, entre las dos ventanas, habĂa parecido una penitente y no una bella y opulenta rubiaza perdida en quiĂ©n sabe quĂ© sueños, como se la veĂa siempre.
Ahora, acallada la voz, todo volvĂa al orden, al desorden, acostumbrado."
03 enero 2006
El Maestro de Viena
"EL MONO MIMÉTICO... La enseñanza indispensable, siempre y cuando ese escritor aún en rama supiera saltar del tren en el momento preciso, desligarse de los lazos que lo ataban al estilo elegido como punto de partida e intuir el momento preciso de hacer suyo todo lo que requiere la escritura. Para entonces tendrá que saber que el lenguaje es el factor decisivo, que de su manejo dependerá su destino. A fin de cuentas será el estilo, esa emanación del idioma y del instinto, quien creará y modulará la trama”.
La escritora se acaricia los labios y musita: “en eso estamos”.
La escritora se acaricia los labios y musita: “en eso estamos”.
El Mono Mimético
El desasosiego del Año Nuevo desaparece como la helada al mediodía y la escritora se recupera con una sonrisa giocondina al leer el comienzo de El Mago de Viena, del maestro Pitol:
-EL MONO MIMÉTICO. La lectura de Alfonso Reyes me descubrió, en el momento adecuado un ejercicio recomendado por uno de sus ídolos literarios, Robert Louis Stevenson, en su Carta a un joven que desea ser artista, consistente en un ejercicio de imitación. Él mismo lo había practicado con éxito, durante su periodo de aprendizaje. El autor escocés comparaba su método con las aptitudes imitativas de los monos. El futuro escritor debía transformarse en un simio con alta capacidad de imitaciòn, debía leer a sus autores preferidos con atención más cercana a la tenacidad que al deleite, más afín a la actividad del detective que al placer del esteta; tenía que conocer por qué medios lograr ciertos resultados, detectar la eficacia de algunos procedimientos formales, estudiar el manejo del tiempo narrativo, del tono, la graduación en los detalles para luego aplicar esos recursos a su propia escritura; una novela, digamos, con trama semejante a la del autor elegido, con personajes y situaciones parecidos, donde la única libertad permitida sería el empleo de un lenguaje propio: el suyo y el de su familia y amigos, tal vez el de su región; -la gran escuela del ejercicio y la imitación-, añadía Reyes, -de que habla el originalísimo Lope de Vega en La Dorotea:
- ¿Cómo compones?- Leyendo,
y lo que leo imitando,
y lo que imito escribiendo
y lo que escribo borrando,
de lo borrado escogiendo-.
-EL MONO MIMÉTICO. La lectura de Alfonso Reyes me descubrió, en el momento adecuado un ejercicio recomendado por uno de sus ídolos literarios, Robert Louis Stevenson, en su Carta a un joven que desea ser artista, consistente en un ejercicio de imitación. Él mismo lo había practicado con éxito, durante su periodo de aprendizaje. El autor escocés comparaba su método con las aptitudes imitativas de los monos. El futuro escritor debía transformarse en un simio con alta capacidad de imitaciòn, debía leer a sus autores preferidos con atención más cercana a la tenacidad que al deleite, más afín a la actividad del detective que al placer del esteta; tenía que conocer por qué medios lograr ciertos resultados, detectar la eficacia de algunos procedimientos formales, estudiar el manejo del tiempo narrativo, del tono, la graduación en los detalles para luego aplicar esos recursos a su propia escritura; una novela, digamos, con trama semejante a la del autor elegido, con personajes y situaciones parecidos, donde la única libertad permitida sería el empleo de un lenguaje propio: el suyo y el de su familia y amigos, tal vez el de su región; -la gran escuela del ejercicio y la imitación-, añadía Reyes, -de que habla el originalísimo Lope de Vega en La Dorotea:
- ¿Cómo compones?- Leyendo,
y lo que leo imitando,
y lo que imito escribiendo
y lo que escribo borrando,
de lo borrado escogiendo-.
02 enero 2006
Ahí en la penumbra
(Texto perdido y encontrado, de la noche del 13/12/2005)
Aquí, cenando sola a media luz. Las vueltas que da la vida. Dice Javier que por encima de nuestras cabezas, en la planta octava, fueron los inicios de la ENTEL, ese sueño gigante del software que nació y creció al cobijo de Telefónica. "En realidad", dijo, "el origen fue ahí enfrente, pero enseguida se trasladó aquí".
"Eso quiere decir que eres más antiguo que yo", le contesté con voz quebrada, ausente momentánea por culpa de un constipado. Arrastro mi afonía desde ayer por la tarde. Con impotencia, intento mantener la comunicación por escrito. Envío mensajes electrónicos. Clamo a las teclas ¡Estoy aquí!, ¡aunque no coja el teléfono!".
Aquí a media luz, el restaurante casi vacío, solo aquella mesa de cuatro al otro extremo de esta hilera de mesas en la que estoy sentada, el fragor de los platos en la cocina y el barullo tranquilizador de mis comensales, ahí en la planta de arriba. Hablan, ríen. Luego existen y se divierten.
Aquí a media luz, el metre y el cocinero se turnan para darme conversación, hasta que saco este papel y me pongo a escribir, entonces hacen mutis por el foro. Me miran de refilón cuando pasan de camino a la cocina. No saben cómo ser amables con alguien que escribe y en su prudencia lo consiguen: con el silencio.
"Because there's nothing to do, nothing to compare... with love". El hilo musical adormece a los virus . Mi cerebro pugna por reaccionar, pero el manto vírico se lo impide. Yo me dejo estar. Dejo de ser una persona con capacidad y necesidad de actuar y razonar.
Aquí abajo, a media luz, me dejaré estar mientras mi voluntad descansa por momentos, mientras en la duerme vela esos ecos de carcajadas y las cacerolas al chocar me dicen que sí, que todo va bien.
Pegado al restaurante, en el lado opuesto al edificio en el que según Javier nació la ENTEL, está el Palacio de Congresos y Exposiciones de Madrid. De eso sí que me acuerdo, de los días, noches, meses que pasamos allí, más abajo del nivel del suelo, con un poster de montañas por ventana.
Aquí en el silencio recuerdo el tedio, las confesiones y los desaguisados de vida producidos por la "Organización de los recuentos provisionales de las Elecciones a Cortes Generales" y al Senado, o las Municipales, o las Autonómicas, incluso algún referéndum. Cosas de la vida que recuerdo aquí, lejos del barullo, cuando las apuradas copas de cava, antes del café.
Aquí, en la penumbra definitiva, contemplo a la ciudad dormida al otro lado de los ventanales. Las hojas muertas de los árboles se mecen sobre la acera formando remolinos en las rejas protectoras de los sumideros.
Alguna pareja pasea al perro. Algún hombre solitario también.
Cuando nos acuartelábamos en el Palacio de Congresos de aquí al lado, tantas semanas en el sótano, no nos quedaba tiempo ni ganas de pasear al perro. Ni de alimentar al gato. Ni siquiera de besar al hijo por la noche o leerle un libro antes de ir a la cama.
Era un sin vivir, un paréntesis de vida. Un Gran Hermano sin espectadores ni promesa de Premio Final. Otro mundo con sus premisas y sus prioridades. No existía el día ni la noche. Sabías cuando entrabas, nunca la hora de salida de ese espacio "atemporado".
Recuerdo las comidas de confraternización, una vez finalizado el proyecto, tras el reposo, algún afeitado y el paso ineludible por la peluquería. ¡Pero qué guapos somos! ¡Pero si se te ven los ojos!
(To be continued...)
Aquí, cenando sola a media luz. Las vueltas que da la vida. Dice Javier que por encima de nuestras cabezas, en la planta octava, fueron los inicios de la ENTEL, ese sueño gigante del software que nació y creció al cobijo de Telefónica. "En realidad", dijo, "el origen fue ahí enfrente, pero enseguida se trasladó aquí".
"Eso quiere decir que eres más antiguo que yo", le contesté con voz quebrada, ausente momentánea por culpa de un constipado. Arrastro mi afonía desde ayer por la tarde. Con impotencia, intento mantener la comunicación por escrito. Envío mensajes electrónicos. Clamo a las teclas ¡Estoy aquí!, ¡aunque no coja el teléfono!".
Aquí a media luz, el restaurante casi vacío, solo aquella mesa de cuatro al otro extremo de esta hilera de mesas en la que estoy sentada, el fragor de los platos en la cocina y el barullo tranquilizador de mis comensales, ahí en la planta de arriba. Hablan, ríen. Luego existen y se divierten.
Aquí a media luz, el metre y el cocinero se turnan para darme conversación, hasta que saco este papel y me pongo a escribir, entonces hacen mutis por el foro. Me miran de refilón cuando pasan de camino a la cocina. No saben cómo ser amables con alguien que escribe y en su prudencia lo consiguen: con el silencio.
"Because there's nothing to do, nothing to compare... with love". El hilo musical adormece a los virus . Mi cerebro pugna por reaccionar, pero el manto vírico se lo impide. Yo me dejo estar. Dejo de ser una persona con capacidad y necesidad de actuar y razonar.
Aquí abajo, a media luz, me dejaré estar mientras mi voluntad descansa por momentos, mientras en la duerme vela esos ecos de carcajadas y las cacerolas al chocar me dicen que sí, que todo va bien.
Pegado al restaurante, en el lado opuesto al edificio en el que según Javier nació la ENTEL, está el Palacio de Congresos y Exposiciones de Madrid. De eso sí que me acuerdo, de los días, noches, meses que pasamos allí, más abajo del nivel del suelo, con un poster de montañas por ventana.
Aquí en el silencio recuerdo el tedio, las confesiones y los desaguisados de vida producidos por la "Organización de los recuentos provisionales de las Elecciones a Cortes Generales" y al Senado, o las Municipales, o las Autonómicas, incluso algún referéndum. Cosas de la vida que recuerdo aquí, lejos del barullo, cuando las apuradas copas de cava, antes del café.
Aquí, en la penumbra definitiva, contemplo a la ciudad dormida al otro lado de los ventanales. Las hojas muertas de los árboles se mecen sobre la acera formando remolinos en las rejas protectoras de los sumideros.
Alguna pareja pasea al perro. Algún hombre solitario también.
Cuando nos acuartelábamos en el Palacio de Congresos de aquí al lado, tantas semanas en el sótano, no nos quedaba tiempo ni ganas de pasear al perro. Ni de alimentar al gato. Ni siquiera de besar al hijo por la noche o leerle un libro antes de ir a la cama.
Era un sin vivir, un paréntesis de vida. Un Gran Hermano sin espectadores ni promesa de Premio Final. Otro mundo con sus premisas y sus prioridades. No existía el día ni la noche. Sabías cuando entrabas, nunca la hora de salida de ese espacio "atemporado".
Recuerdo las comidas de confraternización, una vez finalizado el proyecto, tras el reposo, algún afeitado y el paso ineludible por la peluquería. ¡Pero qué guapos somos! ¡Pero si se te ven los ojos!
(To be continued...)
01 enero 2006
Menoscabada
Menoscabada por una gastroenteritis auto inflingida por la gula, la escritora reposa en la chaise longue de su abuela y lee: El Mago de Viena, de Sergio Pitol. Empieza un nuevo año y la escritora se pregunta quiĂ©n es y quiĂ©n va a ser, pero sin mucho empeño debido a los peristaltismos de diferente Ăndole que sacuden su frágil cuerpo. Pitol, como siempre, la guĂa:
“Uno, me aventuro a decir, es los libros que ha leĂdo, la pintura que ha conocido, la mĂşsica escuchada y olvidada, las calles recorridas. Uno es su niñez, unos cuantos amigos, algunos amores, bastantes fastidios. Uno es una suma mermada por infinitas restas.”
Amigas, escritoras, contertulias; JoaquĂn, chaval, kolega, a todos: Feliz 2006
“Uno, me aventuro a decir, es los libros que ha leĂdo, la pintura que ha conocido, la mĂşsica escuchada y olvidada, las calles recorridas. Uno es su niñez, unos cuantos amigos, algunos amores, bastantes fastidios. Uno es una suma mermada por infinitas restas.”
Amigas, escritoras, contertulias; JoaquĂn, chaval, kolega, a todos: Feliz 2006
De novelas...
5. Juan MARCE. "Ăšltimas tardes con Teresa" 1966.
Ojalá encontremos por la madriguera del ... 2006, nuestros deseos. FELIZ AÑO.
Ojalá encontremos por la madriguera del ... 2006, nuestros deseos. FELIZ AÑO.
6.
A. empezaba a cansarse de estar sentada con su hermana a la orilla del rĂo sin hacer nada: habĂa asomado una o dos veces al libro que leĂa su hermana, pero no tenĂa ni ilustraciones ni diálogos, "ÂżY para quĂ© sirve un libro sin ilustraciones ni diálogos?", se preguntaba A.
Por este motivo se encontrĂł pensando (con cierto esfuerzo, pues el calor de aquel dĂa le adormilaba y entontecĂa) si el placer de tejer una guirnalda de margaritas recompensaba el esfuerzo de levantarse para recogerlas, cuando, de golpe, pasĂł junto a ella un conejo blanco de ojos rosados.
La cosa no tenĂa nada especial, ni tampoco le pareciĂł a A. muy extraño qu eel conejo dijera bajito: "¡Ay! ¡Ay! ¡Dios mĂo! ¡QuĂ© tarde voy a llegar!" (cuando lo pensĂł más tarde, concluyĂł que le debĂa haber llamado mucho la atenciĂłn, mas en aquel momento todo le pareciĂł lo más natural). Sin embargo, cuando además vio que el conejo se sacaba un reloj del bolsillo del chaleco, miraba la hora y luego echaba a correr, A. se levantĂł de un brinco, al darse cuenta repentinamente que nunca habĂa visto un conejo con chaleco y aĂşn menos con un reloj de bolsillo. Y ardiendo de curiosidad, siguiĂł al conejo por la pradera y llegĂł justo a ver cĂłmo se colaba rápido por la madriguera, que se abrĂa al pie del seto.
Un momento despuĂ©s desaparecĂa tambiĂ©n A. por la madriguera, sin pararse a pensar cĂłmo se las arreglarĂa para salir de allĂ. De entrada, la madriguera era como un tĂşnel todo seguido, pero, bruscamente, torciĂł hacia abajo tan inesperadamente, que A. no tuvo tiempo ni de pensar en detenerse y se encontrĂł cayendo vertiginosamente por lo que parecĂa un pozo muy profundo.
Ya porque, en realidad, el pozo fuese muy profundo, o porque cayera muy despacio, mientras descendĂa A. pudo mirar a su alrededor con toda tranquilidad y preguntarse quĂ© le sucederĂa despuĂ©s.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)