31 enero 2006

A próposito de la reflexión sobre el tiempo que inició Cangreja, os sugiero que mireis la pág. 17 de nuestro Hombre Lento.
"Las noches son interminables..." "Día y noche, el tiempo avanza a paso de tortuga..." "Las manecillas (del reloj) no se han movido. Es como si trataran de avanzar a través de pegamento."... "El reloj permanece inmóvil, pero el tiempo no..." "El tiempo lo está royendo..." Etc.

28 enero 2006

De novelas...

10. Bravo, Efímera. No me cabe duda de que podrías "tutelarnos" un plan de lecturas de autores americanos. ¿Qué tal para el próximo curso con el verano por delante para leerlos?

ll. Ahora, por las calles de Madrid.

A las cuatro de la tarde , la chiquillería de la escuela pública de la plazuela del Limón, salió atropelladamente de clase, con algazara de mil demonios. Ningún himno a la libertad, entre los muchos que se han compuesto en las diferentes naciones, es tan hermoso como el que entonan los oprimidos de la enseñanza elemental al soltar el grillete de la disciplina escolar y "echarse a la calle" piando y saltando. La furia insana con que se lanzan a los más arriesgados ejercicios de volatinería, los estropicios que suelen causar a algún pací­fico transeúnte, el delirio de la autonomía individual que a veces acaba en porrazos, lágrimas y cardenales, parecen bosquejo de los triunfos revolucionarios que en edad menos dichosa han de celebrar los hombres... Salieron, como digo, en tropel; el último querí­a ser el primero, y los pequeños chillaban más que los grandes. Entre ellos había uno de menguada estatura, que se apartó de la bandada para emprender solo y calladito el camino de su casa. Y apenas notado por sus compañeros aquel apartamiento que más bien parecía huida, fueron tras él y le acosaron con burlas y cuchufletas,...

25 enero 2006

De novelas...

10.
En el pueblo había dos mudos, y siempre estaban juntos. Cada mañana, temprano, salían de la casa en que vivían y caminaban tomados del brazo por la calle en dirección al trabajo. Ambos amigos eran muy diferentes. El que encabezaba la marcha era un griego obeso y soñador. Durante el verano lucía camiseta de polo amarilla o verde, colgando suelta por atrás, y por delante metida de cualquier manera en los pantalones. Cuando el tiempo era más fresco se echaba encima un deformado jersey gris. Tenía un rostro redondo y grasiento, con párpados semicerrados, y sus labios esbozaban una sonrisa leve y estúpida. El otro mudo era de elevada estatura. En sus ojos había una expresión vivaz e inteligente. Vestía siempre de manera pulcra y muy sobria.
Cada mañana los dos amigos caminaban juntos y en silencio hasta la calle principal del pueblo..............

22 enero 2006

De novelas...

9. J.R.R.Tolkien. "El Señor de los Anillos".

19 enero 2006

Cuando los recién llegados a la ciudad de provincias S. se quejaban de lo aburrida y monótona que era la vida en ella, los habitantes de esa ciudad, como justificándose, decían que, al contrario, en S. se estaba muy bien, que en S. había una biblioteca, un teatro, un club, se celebraban bailes y - añadían finalmente - había algunas familias interesantes, agradables e inteligentes con las que podían relacionarse. Y mencionaban a los Turkin como los más instruidos y de mayores talentos.

De novelas...

9.
Cuando el señor Bilbo Bolsón de Bolsón Cerrado anunció que muy pronto celebraría su cumpleaños centesimodecimoprimero con una fiesta de especial magnificencia, hubo muchos comentarios y excitación en Hobbiton.
Bilbo era muy rico y muy peculiar, y había sido el asombro de la Comarca durante sesenta años, desde su memorable desaparición e inesperado regreso. Las riquezas que había traído de aquellos viajes se habían convertido en leyenda local, y era creencia común, contra todo lo que pudieran decir los viejos, que en la colina de Bolsón Cerrado había muchos túneles atiborrados de tesoros. Como si esto no fuera suficiente para darle fama, el prolongado vigor del señor Bolsón era la maravilla de la Comarca. el tiempo pasaba, pero parecía afectarlo muy poco. A los noventa años tenía el mismo aspecto que a los cincuenta. A los noventa y nueve comenzaron a considerarlo "bien conservado", pero "sin cambios" hubiese estado más cerca de la verdad. Había muchos que meneaban la cabeza pensando que eran demasiadas cosas buenas; parecía injusto que alguien tuviese (en apariencia) una juventud eterna, y a la vez (se suponía) bienes inagotables.
-Tendrá que pagar- decían-. ¡No es natural, y traerá problemas!
Llegué. Por fin. ¡Había olvidado tanto el nombre de usuario como la contraseña, y llevo dos días intentando recuperarlos!
Dejé atrás el sur contracturado, conflictuado y no contenido.
Antes quizás no había tenido tiempo para venir hasta este sitio de encuentro.
¿Tiempo? ¿Y eso qué es? Hay un párrafo sobre el tiempo que escribió Adla y así recordé haber leído algunas reflexiones que me parecieron certeras en boca de un personaje de “La montaña mágica” de Thomas Mann.
“Cuando (el tiempo) nos parece largo es largo y cuando nos parece corto es corto; pero nadie puede saber qué cantidad de longitud ni de brevedad tiene...”
“... un contenido rico e interesante es, sin duda, capaz de abreviar una hora e incluso un día. Considerado en conjunto, presta al curso del tiempo amplitud, peso y solidez, de tal manera que los años ricos en acontecimientos pasan mucho más lentamente que los pobres, vacíos y ligeros, que el viento barre y se van volando”.
Lástima que éste sea un libro demasiado extenso para proponerlo como lectura del grupo. Adhiero a las propuestas de Efervescente y Norma.
También sobre el tiempo y del fascinante Cortázar leo: “Preámbulo a las instrucciones para dar cuerda a un reloj” e “Instrucciones para dar cuerda a un reloj”, de los cuales extraje estas frases:
"Cuando te regalan un reloj... no te regalan un reloj, tú eres el regalado, a ti te ofrecen para el cumpleaños del reloj...
Y allá en el fondo está la muerte si no corremos y llegamos antes y comprendemos que ya no importa".


18 enero 2006

De novelas...

¿Alguien se anima a comentar las propuestas de Adela? Es una pena que las estemos dejando pasar, deberí­amos intentar aprender de la lectura, o recordar, refrescar estilos, esqueletos de estructura, etc.

Me apunto a la propuesta de Efervescente como próxima lectura. ¿Qué os parece una de Faulkner para la siguiente?

Tengo el barandal abandonado, es que el trabajo no me deja levantar cabeza, llevo una racha de esas para olvidar.

El martes 31, después de la Tertulia, tenemos una cita para cenar con Gloria. No he hecho muchas llamadas de teléfono (más bien ninguna), si podéis correr la voz os lo agradezco.

17 enero 2006

De novelas...

8. William Faulkner. "¡Absalóm, Absalóm!" 1936.

12 enero 2006

De novelas...

8.
Desde las dos, aproximadamente, hasta la puesta del sol, permanecieron sentados, aquella sofocante y pesada tarde de septiembre, en lo que la señorita Coldfield seguía llamando "el despacho" por haberlo así llamado su padre: una habitación cálida, oscura, sin ventilación, cuyas ventanas y celosías continuaban cerradas desde hacía cuarenta y tres veranos, porque, allá en su niñez, alguien opinaba que el aire en movimiento y la luz producen calor, mientras que la penumbra resulta siempre más fresca. A medida que el sol daba más de lleno sobre ese costado de la casa, la habitación se iluminaba de rayos horizintales y amarillentos que dejaban ver innumerables partículas de polvo. Quintin pensó que serían, sin duda, escamas de la viejísima pintura descolorida, despendidas de la madera resquebrajada y empujadas hacia el interior por una fuerza semejante a la del viento. Una guía de glicinas florecía por segunda vez en aquel estío, y trepaba por un enrejado que se divisaba frente a la ventana; los gorriones llegaban y partían en bandadas, sin orden ni concierto, produciendo un rumor seco y polvoriento al levantar el vuelo. Frente a Quintin se hallaba la señorita Coldfield, con su sempiterno traje de luto, que llevaba desde hacía cuarenta y tres años, aunque nadie sabía si era por su padre, hermana o no-marido; erecta y rígida, ocupaba una silla de duro asiento, tan alta para ella que sus piernas, sin llegar al suelo, pendían rectas y verticales como si los huesos de sus tobillos y patorrillas estuvieran fundidas en hierro, lo que les daba el aire de rabia impotente que tienen los pies infantiles.

De novelas...

7. Giuseppe Tomasi di Lampedusa. "El Gatopardo" 1958.

10 enero 2006

Anna Ajmátova y Marina Tsvetáieva

Lectura de poemas de Anna Ajmátova y Marina Tsvetáieva, a cargo de Monika Zgustova y Olvido García Valdés, con motivo de la publicación de la antología: El canto y la ceniza
El jueves, 12 de enero, a las 20h
Centro Cultural de Círculo de Lectores (O´Donell, 10 28009Madrid)

09 enero 2006

La abuela Mercedes quiere muchísimo a su nietecita Claudia. Primero porque es la más pequeña de todas, (solo tiene cinco años), también porque es la más guapa, ( o al menos a ella así le parece), pero sobre todo porque, además, es su ahijada. Por eso la abuela Mercedes se pone muy contenta cuando llega la fiesta de los Reyes Magos, porque entonces aprovecha para comprar a su nietecita el mejor de los regalos.
-¿Que vas a pedir a los Reyes para que te lo traigan en mi casa este año? - Dejame que lo piense abuela.
Aún faltan dos meses hasta el seis de Enero y ya está pensando en el regalo.
Tiene que llegar Diciembre para que la abuela, impaciente, vuelva a repetir la pregunta.
Por fin, la niña deja volar todas sus fantasías: - Quiero el castillo de los Principes. La abuela, desconcertada, se informa en privado con su hija: -¿De que castillo habla Claudita? La madre le informa: - Nada, no te preocupes, es una maqueta que hay en muchos escaparates. Un castillo con muchas torres y almenas y unas cuantas figuritas, entre ellas las de los dos príncipes. No es dificil de encontrar, también lo venden en El Corte Inglés.
Es el día de Nochebuena por la mañana cuando Mercedes se acerca al Corte Inglés a comprar el castillo. Tiene suerte. Solo quedan dos. Pero el artilugio es tan grande que la abuela no puede llevarlo a casa. No importa. El Corte Ingles tiene soluciones para todo y se ocupará de llevarlo.
El treinta de Diciembre, el castillo con su principes y toda la corte (no demasiada: cinco figuras más), ya está en casa de Mercedes. La abuela desempaqueta con mimo el voluminoso regalo, coloca en un sitio bien visible todo el tinglado y organiza adecuadamente a sus moradores. La noche de fin de año la abuela se queda sola en casa tomando las uvas, embelesada con la contemplación del castillo que de vez en cuando se ocupa de reorganizar lo más adecuadamente. Los días pasan muy despacio y la abuela se impacienta tanto que apenas puede dormir. En la víspera del día señalado no duerme nada.
El día de Reyes amanece algo lluvioso. Aún no son las nueve de la mañana cuando la abuela llama a Claudita para ver si está contenta con lo que los Reyes le han dejado. La niña aún está en la cama y la mamá se enfada por haberlos despertado. Pero quedan en pasar a las doce por su casa.
La abuela aprovecha para bajar a la calle y comprar el roscón más caro. A las diez ymedia comienza a preparar el chocolate. A las once es la hora de ir a misa, pero ella está muy nerviosa y prefiere dejar la misa para la tarde.
Cuando en su reloj son las doce y cuarto todavía no ha llegado nadie. Recoloca las figuras del castillo por última vez. Las limpia el polvo acumulado de casi una semana. El chocolate comienza a hervir. Es ya la una y cuarto cuando, desde el portal, suena el telefono automático. Oye la voz de Claudita y la de la madre y las de las dos hermanas mayores que la acompañan. Claudita entra corriendo en la casa para abrazarse con la abuela. Mientras la abuela besa a su hija y a sus otras dos nietas, Claudita ya quedó como en éxtasis ante la visión del castillo. No tiene palabras y a duras penas mantiene la respiración entrecortada. Abandona la muñeca nueva que traía de la casa de su madre.
Durante un buen rato se evade del todo mientras su madre y sus hermanas se disponen a tomar el roscón con chocolate. Al cabo, Claudita parece regresar de su estado y pregunta: - ¿Abuela, los príncipes están casados?
La abuela, al principio sorprendida, decide continuar el juego: - No, cariño, pero si tu quieres les casamos. - Vale, responde la niña. La abuela traza el signo de la cruz en el aire: - Yo os declaro marido y mujer. ¿Ves que facil? Ya están casados.
La niñita, satisfecha, vuelve a jugar con sus príncipes. - Ya podeis besaros, les dice al tiempo que hace juntar las dos figuras por sus labios.- Así, así, besaros muy fuerte. Luego observa la ropa de la princesa y la va desnudando de cintura para arriba, muy lentamente: -Ahora el príncipe te va a chupar las tetitas ¿vale? Y la boca del muñeco roza con insistencia la parte superior del pecho desnudo de la muñeca. Luego la niñita retira los pantalones (o las calzas) del príncipe y tras desnudarlo por debajo de la cintura, dice: -Ahora la princesita te va a chupar la minina ¿quieres? Y un nuevo tipo de rozamiento vuelve a producirse entre las dos figuras. Más que como dos recién casados los principes se excitan mutuamente como dos expertos.
Al poco rato Claudita debió pensar que había llegado el mometo. Desnudó por completo a los dos protagonistas y los metió en la camita. Los refrotó de nuevo uno contra el otro de las más diversas maneras y posturas mientras decía: - Venga, espabilaros, ya es hora de tener hijos.

(Certifico que esta historia es absolutamente cierta. Y que ocurriĂł hace apenas tres dĂ­as)

06 enero 2006

INTERESANTE...

Sobre el tema de la obsesiĂłn del tiempo, su distribuciĂłn, etc., Virginia Woolf dice en su diario algo muy curioso:

"Tengo una escala de valores internos, automática, que decide lo que más vale que haga con el tiempo."

04 enero 2006

De novelas...

6. "Alicia en el PaĂ­s de las Maravillas". 1862.


7. "Nunc et in hora mortis nostrae. Amen."

"Había terminado ya el rezo cotidiano del rosario. Durante media hora la voz sosegada del princípe había recordado los misterios gloriosos y dolorosos, durante media hora otras voces, entremezcladas, habían tejido un rumor ondulante en el cual se habían destacado las flores de oro de palabras no habituales: amor, virginidad, muerte, y durante este rumor el salón rococó parecía haber cambiado de aspecto. Hasta los papagayos que desplegaban las irisadas alas sobre la seda de las tapicerías habían parecido intimidados, incluso la Magdalena, entre las dos ventanas, había parecido una penitente y no una bella y opulenta rubiaza perdida en quién sabe qué sueños, como se la veía siempre.
Ahora, acallada la voz, todo volvĂ­a al orden, al desorden, acostumbrado."

03 enero 2006

El Maestro de Viena

"EL MONO MIMÉTICO... La enseñanza indispensable, siempre y cuando ese escritor aún en rama supiera saltar del tren en el momento preciso, desligarse de los lazos que lo ataban al estilo elegido como punto de partida e intuir el momento preciso de hacer suyo todo lo que requiere la escritura. Para entonces tendrá que saber que el lenguaje es el factor decisivo, que de su manejo dependerá su destino. A fin de cuentas será el estilo, esa emanación del idioma y del instinto, quien creará y modulará la trama”.

La escritora se acaricia los labios y musita: “en eso estamos”.

El Mono Mimético

El desasosiego del Año Nuevo desaparece como la helada al mediodí­a y la escritora se recupera con una sonrisa giocondina al leer el comienzo de El Mago de Viena, del maestro Pitol:

-EL MONO MIMÉTICO. La lectura de Alfonso Reyes me descubrió, en el momento adecuado un ejercicio recomendado por uno de sus í­dolos literarios, Robert Louis Stevenson, en su Carta a un joven que desea ser artista, consistente en un ejercicio de imitación. Él mismo lo habí­a practicado con éxito, durante su periodo de aprendizaje. El autor escocés comparaba su método con las aptitudes imitativas de los monos. El futuro escritor debí­a transformarse en un simio con alta capacidad de imitaciòn, debí­a leer a sus autores preferidos con atención más cercana a la tenacidad que al deleite, más afí­n a la actividad del detective que al placer del esteta; tení­a que conocer por qué medios lograr ciertos resultados, detectar la eficacia de algunos procedimientos formales, estudiar el manejo del tiempo narrativo, del tono, la graduación en los detalles para luego aplicar esos recursos a su propia escritura; una novela, digamos, con trama semejante a la del autor elegido, con personajes y situaciones parecidos, donde la única libertad permitida serí­a el empleo de un lenguaje propio: el suyo y el de su familia y amigos, tal vez el de su región; -la gran escuela del ejercicio y la imitación-, añadí­a Reyes, -de que habla el originalí­simo Lope de Vega en La Dorotea:

- ¿Cómo compones?- Leyendo,
y lo que leo imitando,
y lo que imito escribiendo
y lo que escribo borrando,
de lo borrado escogiendo-.

02 enero 2006

Ahí en la penumbra

(Texto perdido y encontrado, de la noche del 13/12/2005)

Aquí­, cenando sola a media luz. Las vueltas que da la vida. Dice Javier que por encima de nuestras cabezas, en la planta octava, fueron los inicios de la ENTEL, ese sueño gigante del software que nació y creció al cobijo de Telefónica. "En realidad", dijo, "el origen fue ahí­ enfrente, pero enseguida se trasladó aquí".

"Eso quiere decir que eres más antiguo que yo", le contesté con voz quebrada, ausente momentánea por culpa de un constipado. Arrastro mi afoní­a desde ayer por la tarde. Con impotencia, intento mantener la comunicación por escrito. Enví­o mensajes electrónicos. Clamo a las teclas ¡Estoy aquí­!, ¡aunque no coja el teléfono!".

Aquí­ a media luz, el restaurante casi vací­o, solo aquella mesa de cuatro al otro extremo de esta hilera de mesas en la que estoy sentada, el fragor de los platos en la cocina y el barullo tranquilizador de mis comensales, ahí­ en la planta de arriba. Hablan, rí­en. Luego existen y se divierten.

Aquí­ a media luz, el metre y el cocinero se turnan para darme conversación, hasta que saco este papel y me pongo a escribir, entonces hacen mutis por el foro. Me miran de refilón cuando pasan de camino a la cocina. No saben cómo ser amables con alguien que escribe y en su prudencia lo consiguen: con el silencio.

"Because there's nothing to do, nothing to compare... with love". El hilo musical adormece a los virus . Mi cerebro pugna por reaccionar, pero el manto ví­rico se lo impide. Yo me dejo estar. Dejo de ser una persona con capacidad y necesidad de actuar y razonar.

Aquí­ abajo, a media luz, me dejaré estar mientras mi voluntad descansa por momentos, mientras en la duerme vela esos ecos de carcajadas y las cacerolas al chocar me dicen que sí­, que todo va bien.

Pegado al restaurante, en el lado opuesto al edificio en el que según Javier nació la ENTEL, está el Palacio de Congresos y Exposiciones de Madrid. De eso sí­ que me acuerdo, de los dí­as, noches, meses que pasamos allí­, más abajo del nivel del suelo, con un poster de montañas por ventana.

Aquí­ en el silencio recuerdo el tedio, las confesiones y los desaguisados de vida producidos por la "Organización de los recuentos provisionales de las Elecciones a Cortes Generales" y al Senado, o las Municipales, o las Autonómicas, incluso algún referéndum. Cosas de la vida que recuerdo aquí­, lejos del barullo, cuando las apuradas copas de cava, antes del café.

Aquí­, en la penumbra definitiva, contemplo a la ciudad dormida al otro lado de los ventanales. Las hojas muertas de los árboles se mecen sobre la acera formando remolinos en las rejas protectoras de los sumideros.

Alguna pareja pasea al perro. Algún hombre solitario también.

Cuando nos acuartelábamos en el Palacio de Congresos de aquí­ al lado, tantas semanas en el sótano, no nos quedaba tiempo ni ganas de pasear al perro. Ni de alimentar al gato. Ni siquiera de besar al hijo por la noche o leerle un libro antes de ir a la cama.

Era un sin vivir, un paréntesis de vida. Un Gran Hermano sin espectadores ni promesa de Premio Final. Otro mundo con sus premisas y sus prioridades. No existí­a el dí­a ni la noche. Sabí­as cuando entrabas, nunca la hora de salida de ese espacio "atemporado".

Recuerdo las comidas de confraternización, una vez finalizado el proyecto, tras el reposo, algún afeitado y el paso ineludible por la peluquerí­a. ¡Pero qué guapos somos! ¡Pero si se te ven los ojos!


(To be continued...)

01 enero 2006

Menoscabada

Menoscabada por una gastroenteritis auto inflingida por la gula, la escritora reposa en la chaise longue de su abuela y lee: El Mago de Viena, de Sergio Pitol. Empieza un nuevo año y la escritora se pregunta quién es y quién va a ser, pero sin mucho empeño debido a los peristaltismos de diferente índole que sacuden su frágil cuerpo. Pitol, como siempre, la guía:

“Uno, me aventuro a decir, es los libros que ha leído, la pintura que ha conocido, la música escuchada y olvidada, las calles recorridas. Uno es su niñez, unos cuantos amigos, algunos amores, bastantes fastidios. Uno es una suma mermada por infinitas restas.”

Amigas, escritoras, contertulias; JoaquĂ­n, chaval, kolega, a todos: Feliz 2006

De novelas...

5. Juan MARCE. "Ăšltimas tardes con Teresa" 1966.

Ojalá encontremos por la madriguera del ... 2006, nuestros deseos. FELIZ AÑO.

6.
A. empezaba a cansarse de estar sentada con su hermana a la orilla del río sin hacer nada: había asomado una o dos veces al libro que leía su hermana, pero no tenía ni ilustraciones ni diálogos, "¿Y para qué sirve un libro sin ilustraciones ni diálogos?", se preguntaba A.
Por este motivo se encontrĂł pensando (con cierto esfuerzo, pues el calor de aquel dĂ­a le adormilaba y entontecĂ­a) si el placer de tejer una guirnalda de margaritas recompensaba el esfuerzo de levantarse para recogerlas, cuando, de golpe, pasĂł junto a ella un conejo blanco de ojos rosados.
La cosa no tenía nada especial, ni tampoco le pareció a A. muy extraño qu eel conejo dijera bajito: "¡Ay! ¡Ay! ¡Dios mío! ¡Qué tarde voy a llegar!" (cuando lo pensó más tarde, concluyó que le debía haber llamado mucho la atención, mas en aquel momento todo le pareció lo más natural). Sin embargo, cuando además vio que el conejo se sacaba un reloj del bolsillo del chaleco, miraba la hora y luego echaba a correr, A. se levantó de un brinco, al darse cuenta repentinamente que nunca había visto un conejo con chaleco y aún menos con un reloj de bolsillo. Y ardiendo de curiosidad, siguió al conejo por la pradera y llegó justo a ver cómo se colaba rápido por la madriguera, que se abría al pie del seto.
Un momento después desaparecía también A. por la madriguera, sin pararse a pensar cómo se las arreglaría para salir de allí. De entrada, la madriguera era como un túnel todo seguido, pero, bruscamente, torció hacia abajo tan inesperadamente, que A. no tuvo tiempo ni de pensar en detenerse y se encontró cayendo vertiginosamente por lo que parecía un pozo muy profundo.
Ya porque, en realidad, el pozo fuese muy profundo, o porque cayera muy despacio, mientras descendía A. pudo mirar a su alrededor con toda tranquilidad y preguntarse qué le sucedería después.