02 enero 2006

Ahí en la penumbra

(Texto perdido y encontrado, de la noche del 13/12/2005)

Aquí­, cenando sola a media luz. Las vueltas que da la vida. Dice Javier que por encima de nuestras cabezas, en la planta octava, fueron los inicios de la ENTEL, ese sueño gigante del software que nació y creció al cobijo de Telefónica. "En realidad", dijo, "el origen fue ahí­ enfrente, pero enseguida se trasladó aquí".

"Eso quiere decir que eres más antiguo que yo", le contesté con voz quebrada, ausente momentánea por culpa de un constipado. Arrastro mi afoní­a desde ayer por la tarde. Con impotencia, intento mantener la comunicación por escrito. Enví­o mensajes electrónicos. Clamo a las teclas ¡Estoy aquí­!, ¡aunque no coja el teléfono!".

Aquí­ a media luz, el restaurante casi vací­o, solo aquella mesa de cuatro al otro extremo de esta hilera de mesas en la que estoy sentada, el fragor de los platos en la cocina y el barullo tranquilizador de mis comensales, ahí­ en la planta de arriba. Hablan, rí­en. Luego existen y se divierten.

Aquí­ a media luz, el metre y el cocinero se turnan para darme conversación, hasta que saco este papel y me pongo a escribir, entonces hacen mutis por el foro. Me miran de refilón cuando pasan de camino a la cocina. No saben cómo ser amables con alguien que escribe y en su prudencia lo consiguen: con el silencio.

"Because there's nothing to do, nothing to compare... with love". El hilo musical adormece a los virus . Mi cerebro pugna por reaccionar, pero el manto ví­rico se lo impide. Yo me dejo estar. Dejo de ser una persona con capacidad y necesidad de actuar y razonar.

Aquí­ abajo, a media luz, me dejaré estar mientras mi voluntad descansa por momentos, mientras en la duerme vela esos ecos de carcajadas y las cacerolas al chocar me dicen que sí­, que todo va bien.

Pegado al restaurante, en el lado opuesto al edificio en el que según Javier nació la ENTEL, está el Palacio de Congresos y Exposiciones de Madrid. De eso sí­ que me acuerdo, de los dí­as, noches, meses que pasamos allí­, más abajo del nivel del suelo, con un poster de montañas por ventana.

Aquí­ en el silencio recuerdo el tedio, las confesiones y los desaguisados de vida producidos por la "Organización de los recuentos provisionales de las Elecciones a Cortes Generales" y al Senado, o las Municipales, o las Autonómicas, incluso algún referéndum. Cosas de la vida que recuerdo aquí­, lejos del barullo, cuando las apuradas copas de cava, antes del café.

Aquí­, en la penumbra definitiva, contemplo a la ciudad dormida al otro lado de los ventanales. Las hojas muertas de los árboles se mecen sobre la acera formando remolinos en las rejas protectoras de los sumideros.

Alguna pareja pasea al perro. Algún hombre solitario también.

Cuando nos acuartelábamos en el Palacio de Congresos de aquí­ al lado, tantas semanas en el sótano, no nos quedaba tiempo ni ganas de pasear al perro. Ni de alimentar al gato. Ni siquiera de besar al hijo por la noche o leerle un libro antes de ir a la cama.

Era un sin vivir, un paréntesis de vida. Un Gran Hermano sin espectadores ni promesa de Premio Final. Otro mundo con sus premisas y sus prioridades. No existí­a el dí­a ni la noche. Sabí­as cuando entrabas, nunca la hora de salida de ese espacio "atemporado".

Recuerdo las comidas de confraternización, una vez finalizado el proyecto, tras el reposo, algún afeitado y el paso ineludible por la peluquerí­a. ¡Pero qué guapos somos! ¡Pero si se te ven los ojos!


(To be continued...)

3 comentarios:

Efímera dijo...

Querida Norma: tu relato me gusta mucho: el tono, el tema, el barniz de melancolĂ­a con el que describes la vida de los ejecutivos. Espero la continuaciĂłn. Besos y Feliz 2006.

Norma dijo...

¡Gracias! continuaré. Ya que estamos un poco en pruebas: quizás este tipo de "contribución" no sea adecuada para un blog. Es muy largo para leer en este soporte, ¿no os parece?

Norma dijo...
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