15 diciembre 2005

Mujer lenta

Siempre pensé que una debí­a levantarse de la cama de un salto, para enfrentarse al mundo como las chicas del Cirque du Soleil. Pero ayer, el dueño del circo cosió mi camisón a las sábanas y cuando intentaba erguirme caí­ de golpe sobre el colchón. El impacto me dejó maltrechos los músculos, huesos y articulaciones y comencé a temblar. Con los ojos fijos en el techo, pasé revista a mi anatomí­a y cuando ya daba gracias al dueño del circo por no haberme convertido en Gregorio Samsa, un agüilla se escurrió por dentro de mi nariz y para no ser menos mi garganta emitió un sonido desgarrador. Cuando la columna de mercurio llegaba a los 38 cerré los ojos para conjurar la subida. El sonido del teléfono me despertó de un sopor volcánico y a medida que Joaquí­n Pérez-Minguez me contaba su viaje a Asturias y que ya habí­a entrado en el blog, su voz amiga me reconfortaba de los dolores musculares que reaparecí­an de nuevo. Hablamos de la exposición fotográfica de su hermano Pablo, del libro de relatos que publicaban unas compañeras - finalista de la Sonrisa Vertical- y de Hombre lento, de Coetzee. No me di cuenta que tiritaba hasta después de colgar. Me arrastré hasta el armario de las medicinas y con gran esfuerzo ingerí­ un Gelocatil 650mg que me habí­a recomendado Pérez-Minguez. Antes de regresar al dormitorio revolví­ los anaqueles hasta que la Poesí­a completa de Luis Cernuda apareció debajo de Utopí­a y desencanto, de Magris. Si el dueño del circo había decidido que mi hora habí­a llegado, el poeta y su Ocnos serí­an mis compañeros de viaje.

Hoy: el salto ha sido pequeño, pero mientras me vestí­a ya añoraba los versos, la voz del amigo y la sopa que anoche me preparó Georg por tener la gripe.

No hay comentarios: