20 diciembre 2005

Mujer lenta II

La recaída fue inefable, sólo puedo contaros que las sábanas convertidas en farallones crearon un laberinto en la cama y desde cada pliegue me dejaba caer con los ojos cerrados a un abismo de vahos de “sinus”. En las azoteas blancas, terminé la última novela de Coetzee y creo, o acaso fue un sueño, que releí: "The outsider", de Lovecraft, La construcción, de Kafka y Frankenstein, de Mary W.Shelley. La soledad de los personajes es radical. Su monstruosidad les aísla definitivamente. Todo intento de acercamiento lleva al fracaso. Las oscuras amenazas que acechan la vida del hombre: la espera angustiada, la locura, la reclusión voluntaria y definitiva. Pero como escribe el admirado poeta �ngel Guache: hay alucinaciones flacas y gordas.

“La vida es alucinación.
Mis ojos se vuelven faros de automĂłvil.
En mi mente alucinada giran colores alucinados, bajan cantando afĂłnicos por mi garganta.
¡Un nuevo Génesis bajo la manta!
El termómetro está erecto.
En el acto, un acto insurrecto.
¡Las carnes croan, mugen, pían, relinchan…!
Se han extraviado mis sentidos.
Escribí un grafiti sobre los pelos de mi ombligo que reza:” El ombligo me ombliga y el infinito me infinita…”

Querida Adla: ya estoy mejor, gracias. Y por cierto, me encanta tu De Novelas…
Norma, vos deberías buscarnos unos poemitas de Anna Ajmátova, quien fue conocida de mi tío abuelo. Pero esa, es otra historia.

“El sol de la mañana reverberó en la espada de bronce. Ya no quedaba ni un vestigio de sangre.
- ¿Lo creerás, Ariadna?- dijo Teseo-. El minotauro apenas se defendió.”

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