Regreso de los montes de Málaga. En una de las colinas tiene la casa mi hermano. Encalada y con jardín. Todo blanco y sobrio, barnizado por el espíritu danés de mi cu?ada Astrid (estrella bella, en la mitología nórdica). Desde la terraza se ve el mar a lo lejos, la casa parece colgada de las nubes. El motivo de mi visita era estar, entre cursos, con mis sobrinos. Él tiene cuatro a?os y ella un a?o y medio. Aparecí como la tía de David Copperfield, sólo para hacerlos felices durante unos días antes de que él comience el curso de verano y ella regrese a la guardería. He aprendido a montar Legos y algunas palabras danesas que me traducía él, cuando en los primeros días no entendía lo que mi sobrina necesitaba. Un lenguaje contundente lleno de palabras espa?olas y nórdicas que me convertía en una analfabeta divertida, rescatada por la bondad e inteligencia de un ni?o de casi cinco a?os. Por las ma?anas la vida comenzaba muy temprano allí en los montes y los ojos infantiles me hacían ver el mundo de nuevo. Inefable, se llena de sentido cuando quiero relatar sus miradas. Recuerdo a Hugo von Hofmannsthal y Lady Chandos. Aquella carta a Francis Bacon: "Las palabras ya no llegan a él, tiemblan y se rompen, es como si ("como si", digo) estuviera protegido por un escudo de cristal" Y aún así él le escribe a usted, igual que le escribo yo, pues es usted conocido entre todos los hombres por elegir sus palabras y ponerlas en el lugar correcto y por construir sus juicios igual que un alba?il construye una pared con ladrillos". Cómo contaros la sorpresa de mi sobrino al tocar el raso de mi salto de cama- es muy suave- o al verme dar una voltereta en el agua- te aprietas la nariz. Cómo deciros la emoción que se siente al coger la mano diminuta y tierna de mi sobrina. Todo es alegoría, dice mi Philip.
02 julio 2006
Entre cursos
Regreso de los montes de Málaga. En una de las colinas tiene la casa mi hermano. Encalada y con jardín. Todo blanco y sobrio, barnizado por el espíritu danés de mi cu?ada Astrid (estrella bella, en la mitología nórdica). Desde la terraza se ve el mar a lo lejos, la casa parece colgada de las nubes. El motivo de mi visita era estar, entre cursos, con mis sobrinos. Él tiene cuatro a?os y ella un a?o y medio. Aparecí como la tía de David Copperfield, sólo para hacerlos felices durante unos días antes de que él comience el curso de verano y ella regrese a la guardería. He aprendido a montar Legos y algunas palabras danesas que me traducía él, cuando en los primeros días no entendía lo que mi sobrina necesitaba. Un lenguaje contundente lleno de palabras espa?olas y nórdicas que me convertía en una analfabeta divertida, rescatada por la bondad e inteligencia de un ni?o de casi cinco a?os. Por las ma?anas la vida comenzaba muy temprano allí en los montes y los ojos infantiles me hacían ver el mundo de nuevo. Inefable, se llena de sentido cuando quiero relatar sus miradas. Recuerdo a Hugo von Hofmannsthal y Lady Chandos. Aquella carta a Francis Bacon: "Las palabras ya no llegan a él, tiemblan y se rompen, es como si ("como si", digo) estuviera protegido por un escudo de cristal" Y aún así él le escribe a usted, igual que le escribo yo, pues es usted conocido entre todos los hombres por elegir sus palabras y ponerlas en el lugar correcto y por construir sus juicios igual que un alba?il construye una pared con ladrillos". Cómo contaros la sorpresa de mi sobrino al tocar el raso de mi salto de cama- es muy suave- o al verme dar una voltereta en el agua- te aprietas la nariz. Cómo deciros la emoción que se siente al coger la mano diminuta y tierna de mi sobrina. Todo es alegoría, dice mi Philip.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario