31 enero 2007

El lugar

Fuimos llegando uno a uno hasta desbordar el rincón que, de principio, Sara había conquistado en una esquina del concurrido local. Luego, tras desbordar aquel sitio, ocupamos tres mesas unidas que partía en horizontal la sala. Demasiada distancia para oirnos. Volvimos, más apretados, al lugar de inicio. El espíritu de Faulkner sobrevolaba la estancia. Norma se ocupó de recordarnos alguna de su palabras y luego vino el caos. Entre Joaquín que se empeñó en leer Absalón como si fuera un cuento de hadas y Ana y Sara que consiguieron desentrañar, cada una a su manera, el jeroglífico, transcurrió el análisis. Carmen se congratulaba de la "oscuridad" del texto, Adela de su maestría, Pepe se mostraba absorto tras reconocer al escritor-genio y Silvia extrañada, tal vez como Joaquín, también hubiera necesitado de una segunda lectura. Casi todos la necesitabamos: Faulkner exije más dedicación y tiempo que cualquier otro escritor. Luego, cuando ya casi recogíamos, llegó Pura. Con tiempo para charlar y tomar algo. Menos Sara, Pepe y Ana, los demás (con nombres más largos de escribir) fuimos al Barandal, que ahora se llama Tasca de Madrid (o algo así). Ahora que ya no existe el Barandal, tal vez cobre más sentido el nombre de nuestro Blog. Lo celebramos con patatas a la madrileña, tortilla de lo mismo, lacón y croquetas. El lugar sigue igual de tranquilo y silencioso, lastima que los martes lo abran a partir de las ocho.

2 comentarios:

Norma dijo...

Colega, se te olvidó que al caos se sumó el vino, ese líquido colorado empeñado dispararse de las copas, haciéndolas estallar y llenando de manchas a los parroquianos por las mesas de aquí y de allá.

Efervescente dijo...

Tienes razón, Norma. Lo que pasa es que la agresión vinícola forma parte de otro capítulo que podríamos llamar "De sucesos violentos", pero si, también hubiera sido bueno que incorporarlo a la crónica.