23 diciembre 2007

VIDA REALIZADA

Entonces me dijo que había sido muy feliz, me miró por primera vez a los ojos y sonrió. Llevábamos un par de horas paseando por el campo y me sentía feliz de hablar con un hombre al que siempre había admirado por su lucha y buen carácter ante todo tipo de dificultades. Seguimos caminando durante un buen rato y cuando iba a preguntarle por qué, comenzó a hablar.
- Era un ángel. Desde que la vi en el baile vencí mi miedo a las mujeres. Me dijo que sí enseguida y, a pesar de mi torpeza, no dejó de reír.
- Así que no todo fue malo como dijo al principio.
- Malo y bueno. Hubo de todo y, depende del día, se recuerda lo uno o lo otro.
- Y lo bueno de verdad, fueron los años que vivió con su mujer.
- No crea. En aquellos años hubo épocas negras.
- Sí, todos los matrimonios pasan por momentos difíciles. Le entiendo.
- No, si nosotros estábamos bien. Los que enturbiaban nuestra vida era los otros.
- ¿La familia?
- No, los otros.
Le pregunté quiénes eran los otros pero no me hizo caso; siguió su camino como si estuviera solo, concentrado en mirar cómo sus pies avanzaban pisando el suelo con fuerza. Incluso al andar se le notaba la firmeza de carácter. Envidio la seguridad de estos hombres que saben en cada momento cómo actuar, qué decir, cuál es la mejor elección y siempre salen victoriosos. O eso nos parece a los que vemos el resultado. Absorto en lo que me había contado sobre su vida, dijo algo que no entendí.
- Perdone, ¿qué dijo?
Entonces volvió a mirarme a los ojos, esta vez desafiante.
- Que de allí no salen.

Se hundió otra vez en sus pensamientos y me ignoró. Y yo no volví a preguntar. Teníamos el pueblo cerca y, de pronto, me sentí feliz de volver al lugar insano en el que vivía.

No hay comentarios: