25 diciembre 2007

El empleado inteligente

En la época en que se encontraba en una base aérea en África, el escritor Saint-Exupéry hizo una colecta entre sus amigos, pues un empleado marroquí quería volver a su ciudad antal. Consiguió juntar mil francos.
Uno de los pilotos transportó al empleado hasta Casablanca y, al volver, contó lo sucedido:
-En cuanto llegó, se fue a comer al mejor restaurante, distribuyó propinas generosas, pagó bebidas para todo el mundo, compró juguetes para los niños de su aldea. Ese hombre no tenía el menor sentido de la economía.
-Al contrario -respondió Saint-Exupéry-. Sabía que la mejor inversión del mundo son las personas. Gastando así, consiguió de nuevo ganarse el respeto de sus compatriotas, que acabaron dándole empleo. Al fin de cuentas, sólo un vencedor puede ser tan generoso.
(Paulo Coelho, Como el río que fluye)

Os dejo aquí una de las páginas del libro que me trajo Papá Noel, para Navidad, en casa de mis padres.

Es media tarde. Hoy tampoco he madrugado. Hacia mediodía me he levantado, he desayunado dos paracetamoles contra el dolor de espalda, -me tiene desesperada-, y me he volcado como una posesa en los contenidos de la nevera: he cocinado todo lo que ha cruzado por mi vista. Sólo se han salvado las endivias y los tomates, por eso de las ensaldas. Sopa de verduras, pimientos asados, ensalada de berengenas, arroz integral, setas en su salsa... Mens sana in corpore sano. Llenaré el congelador con tapers a mi medida y comenzaré el año con promesa de contricción y paso a buen pie.

Os quiero. Y a raiz del anterior texto de anade, lanzo una propuesta para 2008 (=año par, año bueno): escribir entre todos un libro de relatos en el que el nexo de unión sea el mar. ¿Quién se apunta?

1 comentario:

Anónimo dijo...

Haré todo lo posible por cooperar