Me lo dijeron tres días antes. El jueves al atardecer, antes de que llegue la noche de los libros hablaría Antonio Lobo Antunes. Más que curiosidad, tenía gran interés por escucharle. En el salón de actos de la conserjería de Cultura (Alcalá 31) caben 150 personas, asistimos 500. Yo llegué de los primeros y cogí asiento. Otros 100 escucharon a Lobo de pie. 250 se quedaron en la calle.
Quedé fascinado. ?Como se puede hablar de literatura de forma tan "responsable" sin dejar de producir sonrisas? No intentaré resumir lo que dijo. Imposible. Si viene al caso, ya comentaremos. Dió nombres: el primero Quevedo, su maestro. Luego, Tolstoi, Conrad, algo de Chejov, y poco más. Curiosamente desde hace mucho tiempo ningun libro nuevo le llama la atención. Acaso sólo uno en los últimos 20 a?os: ALONDRA, de Kosztolanyi (Editorial B.). Salí de la reunión flotando. Luego comenzó la noche en FNAC. Cantaba Amancio Prada. Mucha gente, empujones. Me llama Sara. No podía escapar porque habíamos quedado con unos amigos. Amancio Prada me gusta, pero hay que escucharle tranquilo. No así como estábamos, apretados y ruidosos. (Atendiendo a los amigos por teléfono). Antes de llegar a la tercera canción, me largué. Opté por subir a la cuarta planta y comprar Alondra. Había dos ejemplares y se agotaron. Más de veinte personas que salían de escuchar a Lobo Antunes, fueron directamente a su caza. Lo busqué el sábado en El Escorial pero me dicen que no es facil encontrarlo. Ya se sabe como son las alondras. Al menos se que la puedo cazar en alguna biblioteca. Curiosidad: al terminar su discurso, Lobo Antunes se vió sorprendido por una larga y atronadora ovación. Cuando cesaron los aplausos, con voz algo tímida concluyó: "Si llego a saber que les interesaba tanto mis palabras, hubiera continuado hablando al menos media hora más".
23 abril 2006
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